jueves, 8 de julio de 2010

“¿PARA QUÉ UN JUICIO FINAL, SI YA ESTAMOS DESHECHOS?”

“Ciudades gigantes, enormes cloacas, viajan torrentes hacia el mar de un amor que huele mal, como anunciándole al cielo nuestro destino; se ven las marcas de la muerte por las ventanas del avión. El progreso fue un fracaso, fue un suicidio. La ansiada prosperidad fue el más pesado vagón…” (Madre hay una sola- Bersuit Vergarabat)

En mi trayecto a la escuela, me rebasó un automóvil impresionante del cual se asomó un brazo que dejó caer un papel sucio, tal actitud me enfadó pero seguí con mi camino y no más de dos calles adelante, pude observar a una mujer más o menos joven que estaba acompañada de un pequeño, éste con la boca completamente embarrada de una especie de salsa; el niño comía frituras sin ninguna preocupación y seguía ensuciándose las manos y mejillas, cuando por fin terminó su saludable desayuno, sintió que algo sobraba y soltó su envoltura de chatarra, la mujer sólo lo veía de reojo y no dijo una sola palabra.
En mi recorrido iba observando un poco nuestro suelo, no paraban de aparecer cáscaras de semillas, envolturas de chicles, tickets de supermercado y del banco, envolturas de paletas, envases de todo tipo, botellas de plástico llenas de orines, vasos de cartón idénticos a los que dan en esas cafeterías pomposas, colillas de cigarros, recipientes de unicel, envolturas de condones, botellas de vidrio, pilas, etc. etc. ¡Ah! y por si fuera poco, en los peseros se suben sujetos a vendernos mini botellitas de agua de plástico PET, que difícilmente va a ser llevado a un centro de reciclaje. Aproximadamente tres personas sintieron ganas de hidratarse. Yo me pregunto, ¿cuántos peseros transitan al día en la ciudad?, ¿cuántos de éstos son abordados por los vendedores? y por último ¿cuántas mini botellitas de Bonafont tendremos en los camellones, en las calles, en los parques, en el drenaje, en los ríos, en los bosques…?
Sí, mientras platico esto también siento asco, y más se agudizaron mis nauseas cuando al llegar a las afueras del “templo del saber” uno de los compañeros universitarios le regaló al piso su palito de paleta.
Muchos de los protagonistas de mi historia podrían decirme que no me sentiría tan mal si no me hubiera puesto a observar tales cosas; si de cualquier forma nadie es tan observador de éstas situaciones y no pasa nada. Pues yo creo que precisamente ése es uno de los problemas principales, que a nadie le preocupa ver la mugre en la que vivimos y que a nadie le interesa; ni a las madres a cargo de la “educación” de sus hijos, ni a los adultos “maduros”, ni a los jóvenes, ni a los funcionarios públicos, ni a los grandes empresarios (que son justamente los que producen envolturas de materiales no biodegradables), ni a las autoridades. Esto lo digo con certeza porque si no fuera así, las calles, los parques, los ríos, las selvas, los mares y hasta las reservas naturales, no se encontrarían en las condiciones en las que están.
Lo anterior, sin contar aún los contaminantes químicos que nuestra cultura “moderna y progresista” nos regala día con día, ya que en México, las industrias: petroquímica (que hasta 2001 había reportado la generación de más de 270 mil toneladas de residuos peligrosos y 8,031 toneladas de hidrocarburos como el crudo, el diesel y la gasolina, derramados en su mayoría en tierra), minera (la cual ha generado por décadas una gran cantidad de desechos a lo largo de todo el país, con la destrucción de la vegetación, el arrastre de residuos peligrosos, la descarga de aguas residuales y las emisiones a la atmosfera), agroquímica (con la utilización de pesticidas que son depositados en los suelos de prácticamente todo el país y que su nivel de contaminación es de alto impacto para la tierra, a tal grado que han sido prohibidos en otros países; pero, como dejan dinero, las empresas y las autoridades hacen como que no pasa nada), ferrocarrilera (con la generación de aceites gastados y el almacenamiento inadecuado de residuos y combustibles) son en gran parte responsables de la lamentable situación, en materia de ecología, en la que nos encontramos.
Todas estas actividades, entre otras, representan ya una grave amenaza a la madre tierra. Sin embargo los mexicanos, no conformes con esta situación, aumentamos lo crítico del asunto con la disposición clandestina de diversos sitios como los tiraderos municipales, terrenos baldíos, patios de empresas, drenajes, etc. ocasionando así un aumento de los sitios contaminados con sustancias peligrosas en todo el país.
Lamentablemente no solo son los suelos los que están en esta situación, también son las aguas y la atmosfera, de las cuales casi nadie se preocupa, y los que sí lo hacen y procuran compartir su mensaje con la sociedad, son muy pocos y no tienen mucho impacto debido a la apatía, tanto de los ciudadanos (quienes, o los llaman “hippies” o “activistas- radicales” o “exagerados”, “melodramáticos” y hasta locos) como de los gobiernos (que tienen sus secretarías del medio ambiente, pero que, ó no les otorgan presupuesto suficiente, o, de plano, son demasiado incompetentes. Probablemente sean las dos).
Con respecto a la temática del agua, nos han dicho hasta el cansancio que del total de agua en el planeta, solo 3% es dulce y la mitad de ésta es potable. A pesar de que estas cifras son alarmantes, parecería que no recordamos que el compuesto es de vital importancia para el desarrollo, no solo del ser humano, sino del planeta entero. Para realizar cualquier actividad, para elaborar TODO tipo de productos, para que los animales; de los que nos alimentamos produzcan sus derivados, para que crezca la biodiversidad… ¡para todo! se necesita agua. Me parece inconcebible que como humanidad, con la responsabilidad de cuidar y preservar nuestro hogar, trabajemos cada día más duro por agotar este recurso.
Sobran los ejemplos para ilustrar lo que digo, tan solo en el Distrito Federal el número de fugas de tuberías, de sistemas de plomería en las casas; oficinas; empresas…etc. es incontable y además omitido. Y a esto, le agregamos nuestras buenas costumbres reproducidas desde hace mucho tiempo: que si cumples años; te tenemos que mojar, que si es año nuevo; tira un vaso de agua a la calle, que si quieres indulgencia el sábado de gloria, que si compras tus pistolitas de agua… y muchas más costumbres en las que, sin la más mínima conciencia, desperdiciamos agua. Ya me gustará vernos en pocos años sufriendo por las guerras entre países para ver quien se adueña del vital recurso (situación que, desconsoladamente digo, no está muy alejada de la realidad).
Por si todo lo anterior fuera poco, hasta el aire que respiramos ya es nocivo para la salud; debido a que los niveles de ozono y contaminantes de la atmosfera, como monóxido de carbono, partículas suspendidas, y bióxido de nitrógeno, cada día se elevan más, afectando primordialmente a niños pequeños y ancianos, provocando dificultades en la función respiratoria, problemas cardiacos, enfermedades pulmonares crónicas y crisis asmáticas en tiempos de contingencia ambiental. Sin embargo, estos factores nos preocupan tan poco y es tanta nuestra incredulidad con respecto a los datos que indican los efectos dañinos para las personas (y también animales), que no movemos un solo dedo para promover normas estrictas de regulación del nivel de contaminantes en el aire, ni del agua, ni del suelo, ni de nada. De hecho, es más cómodo quejarse de que cada vez nuestros niños se enferman más y del precio de los medicamentos. Pero no les inculcamos ni una sola medida de prevención y mucho menos de protección (y respeto) al medio ambiente.
El ozono (O3) no es emitido a la atmósfera a partir de una fuente directa sino que se forma en el aire, cuando los hidrocarburos (que son los que contribuyen a la generación del ozono) y óxidos de nitrógeno reaccionan bajo la luz del sol. Estos últimos, se originan de fuentes como los vehículos de motor, refinamiento y comercialización de combustibles, tanques de almacenamiento de gasolina, productos para el hogar, industria química, superficies pintadas, industrias de impresión y de lavado en seco y muchas otras actividades, entre las que se encuentran inofensivas labores cotidianas y domesticas.
Estos compuestos nocivos son los que generan el calentamiento global (o debería decir nosotros somos los responsables de la generación excesiva de gases tóxicos, que provocan que el planeta se esté sobrecalentando a una velocidad antinatural), que es un fenómeno y un tema que ha venido siendo abordado por muchas personas. Hasta la fecha, a pesar de que seguramente todos hemos escuchado algo, o mucho, al respecto (como el derretimiento de los polos, los desordenes pluviales en algunos lugares y las sequias en otros, el aumento del nivel del mar, destrucción de zonas costeras… entre varios más) seguimos en las mismas, o más bien, peor.
Tomando en cuenta el tipo de sociedad consumista en la que vivimos, puede que parezca absurdo pretender que de un momento a otro todas las actividades industriales paren o cambien radicalmente sus políticas para volverse sustentables. Es decir, no pretendo que las emisiones dañinas (provenientes de nuestros vehículos, pinturas, artículos de limpieza, aerosoles, gases generados durante la reposición de cilindros domésticos y comerciales, la quema de combustibles fósiles; práctica utilizada en el bendito desarrollo tecnológico del país y del mundo, etc.) se extingan con solo desearlo.
Pero pienso que podemos hacer cosas, si no para frenar el rumbo trágico al que nos encaminamos cada vez más, sí para disminuir la brutal cantidad de contaminantes de todo tipo que arrojamos, a diario, a nuestros ríos, al mismo aire que respiramos y a la superficie que pisamos. Hablo de esas prácticas sencillas y modificación de hábitos, que nos han repetido y que venimos ignorando desde hace años, hundiéndonos y firmando así nuestra propia sentencia por nuestra estúpida arrogancia y egoísmo.
Yo creo; humano, que es el momento de que te quites esa soberbia de encima; que no te deja ver más allá de ti mismo, ni siquiera por el resto de la humanidad, ni siquiera por tu “amados” hijos, sino por ti mismo. Porque si pensabas que lo relacionado a un caos ambiental se encontraba lejos y que se sucedería en las próximas generaciones (a las que, por cierto, heredarías toda tu basura), lamento informarte que no es así, que nos encontramos en un momento crítico y decisivo. Yo creo; mexicano, que es tiempo de decir ¡Basta!, ¡basta! de tanta irresponsabilidad, ¡basta! de tanto conformismo, ¡basta! de la autodestrucción e hipocresía, ¡basta! a tanto odio. De lo contrario, así como dijo Luther King, “tendremos que arrepentirnos no tanto de las acciones de la gente perversa, sino de los pasmosos silencios de la gente buena”.

Silvia Arlem

martes, 11 de mayo de 2010

novata

...mmm... bueno ... esto ya esta y aun no se q voy a escribir :/

espero q al menos entren a curiosear ..:P

ke puedo decir... no tengo como muchas aspiraciones con respecto al blog, pues no soy buena escribiendo ...pero ps ojala y si me ayude en algo ...

saludos desde chifirilandia!

;p